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Confundes mi aturdido corazón,
y me recuerdas la vocación de mi contradicción.
Él mismo es una contradicción
verdadero Dios y verdadero hombre.
Apareces
como un rito salvaje
que nace de del misterioso abismo
dando carne
a la fuente del amor inmaterial.
Mi humanidad aturdida
mi corazón confundido.
Déjame pensar una vez más
déjame pensar
que soy pobre disfraz para amarte,
entre su risa burlesca.
Pasaremos la noche tocándonos el alma.
Que el corazón
confunde su misterio
con nuestra capacidad de darnos.
Cada risa y cada gesto
que recíprocamente se reciben
desviado por su fuerza a él vuelve,
eunucos por el reino.
Oh mi costilla escindida.
Volveremos a unirnos
en el tiempo y en el espacio
en cada latir de su corazón incandescente,
y aunque mi pobreza
reclama tu presencia
es conveniente
estar en disposición de separarnos
para volver a unirnos.
Y mi soledad
quiera calmarse
con tu mirada
debes partir hacia Él,
amarnos en su figura.
Cae la noche y me enfrento
nuevamente a mi propio abismo,
enciendo otro cigarrillo
que se consume
como mi propio corazón
dejarte partir
ese será mi sacrifico de entrega
Inmolándome.
¿Por qué entonces la humanidad entera se ha olvidado del amor?
Como la hostia santa e inmaculada
amaremos sin miedo
a pesar de la
enfermiza inteligencia.
Nos amaremos en sacrificio,
libres del mundo y de los hombres
y nada,
y nada podrá detener el fluir de nuestro amor
liberados de los barrotes de la carne.
Claramente imperioso
es exponer
nuestra propia angustia existencial
inventar
nuestro remedio
sin más ayudas.
Reintegrar el amor a sus orígenes
el antiguo y primordial amor que nació
en el silencio del principio.
Ahora todo está consumado.
La hora del amor ha llegado
el misterio del corazón
que toma su forma
y se entrega
a la profunda contradicción de su existencia.
Te conozco
porque te amo
he amado porque
te conozco
tú eres la fuente de mi existencia.
La realidad de la dimensión en la que existo.
Oscar de Baltodano.