Todos tenemos un monstruo en casa…No soy experta en análisis literarios, ni pretendo coquetear con eruditos, pero soy experta en sentir, eso sí, lo puedo asegurar. Sostenido por el hilo de la dulzura escondido en la vergüenza, Alberto nos muestra cómo se vive en medio de tanta desolación, esa vergüenza de nuestros sistemas emocionales que desgarra la piel y oxida los ejes de la vida, hasta que un día decidimos engrasar con aceptación y honra para que giren de forma armoniosa. La obra es una filigrana llena de ternura, narra hechos históricos y situaciones familiares con una fluidez y riqueza literaria envidiable. La novela es un tributo, en él conoce y reconoce a Lidia, un precioso ejercicio literario que sirve como vehículo sanador en la relación madre-hijo y lo lleva a culminar esta obra con un sello de plenitud, gratitud, reivindicación y serenidad emocional. Las personas no somos perfectas, pero somos exactas en este mundo, y como hijos a veces crecemos queriendo no tener esos padres o quisiéramos poder hacerles un “up-grade” que se ajuste a nuestras expectativas, pero la vida nos colocó ahí porque eso es perfecto y necesario para nosotros. Alberto pide la opinión sobre qué pensamos de Lidia, quiero decirle que la amé. Gracias por escribirlo, todos tenemos un monstruo en casa, yo también tuve uno, y seguramente también yo lo fui. Ojalá todos podamos ver a ese monstruo con la aceptación y dulzura con la que lo has hecho. Felicidades Alberto