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¿Sabés cuál fue la primera lista bibliográfica nicaragüense?

Compilar en un único fondo todos los libros relativos a cierto tema o región no es tarea fácil y, son pocos los países que han ofrecido tantas dificultades para hacer investigaciones bibliográficas como Nicaragua. Hoy en Mundo Editorial vamos a comentarles sobre el primer esfuerzo bibliográfico hecho sobre nuestro país.

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La bibliografía es el estudio, descripción y clasificación de documentos. Se usa, entre otras cosas, para catalogar obras. 

En Centroamérica, el comerció del libro fue creciendo y diversificándose luego de 1821 y de la apertura de talleres de impresión a lo largo de todo el istmo. Para 1873, la producción de libros en Nicaragua era casi nula. Es entonces que el francés Pablo Lévy, publica en París -con el apoyo del gobierno de Nicaragua- sus “Notas geográficas y económicas sobre la República de Nicaragua (…) con una lista bibliográfica, las mas completa hasta el día, de todos los libros y mapas relativos á la América Central en general y á Nicaragua en particular (…) Obra aprobada por el Gobierno que ha subvencionado su publicación en español por contrato del 14 de marzo de 1872…”.

Prologada por sus «Apuntes para la formación de una biblioteca nicaragüense», en la bibliografía de Lévy sólo aparecen seis obras que fueron publicadas en el país antes y después de la Guerra Nacional, por ejemplo: Guerrero (José) – “Manifiesto que el Sup. gob. del estado de Nicaragua hace á los gobiernos de América sobre el tratado celebrado con el comandante inglés, sir Granville Lich, etc.”, Managua, 1848; Pérez (Gerónimo) – “Memorias para la historia de la revolución de Nicaragua y de la guerra nacional contra los filibusteros”, Managua, 1862.

La mayoría de las obras que cataloga Lévy son históricas, cartográficas, políticas y extranjeras. Fue hasta 1878, que la Imprenta El Progreso de Chinandega, publicó la primera antología de poetas nacionales titulada “Lira nicaragüense”, compilada por Félix Medina. Esta primera edición constaba de 36 páginas y reunía a 13 poetas. Lamentablemente su segunda edición aumentada no llegó a publicarse.

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¿Sabés qué es y para qué sirve la grilla o retícula?

¿Has escuchado hablar de la grilla? ¿Te has puesto a pensar cómo los editores y diseñadores organizan los contenidos? Hoy en Mundo Editorial vamos a hablar de esta estructura con la que todos y todas hemos tenido que dialogar.

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La grilla o retícula es una estructura que organiza el contenido. Es un sistema que brinda unidad, sentido, ritmo, coherencia e identidad a un objeto gráfico.

Existen muchos tipos de retículas y todas -o la mayoría- están basadas en la proporción. Además, cuando vas a pensar tu grilla, tenés que considerar el contexto histórico, el uso y los hábitos lectores, tecnológicos, económicos y hasta ideológicos para poder sustentar con fundamentos reales la forma en que vas presentar el texto a las y los lectores.

La grilla o retícula ha sido admirada y cuestionada. Pero desde el inicio de la escritura se ha utilizado para contener lo escrito: la encontramos en los manuscritos medievales y sus textos de una o dos columnas con amplios márgenes para que el lector pudiera hacer anotaciones; en la imprenta con tipo móviles; en el funcionalismo, la escuela suiza, y hasta en el posmodernismo, la han aplicado como el elemento que regula y organiza los contenidos.

Es importante, al momento de construir tu grilla o retícula, tomar en cuenta el formato definido y su materialidad porque estas determinarán las distancias de lectura; la tipología del texto y de lectura, creando la relación con los hábitos de las y los lectores; y, sobre todo, la tipografía seleccionada porque de esta depende el cuerpo y el interlineado del texto. Es desde la tipografía que construimos la estructura que soportará el texto y las imágenes -si las hay.

Es imposible editar sin manejar las proporciones y la interrelación de las partes que conforman los libros como continentes de los contenidos, porque al concebir el objeto y diseñarlo, lo tenemos que ver como un todo integrado para potenciar el mensaje que pretende transmitir la autora o el autor.

En resumen, se hace necesario organizar y sistematizar para darle forma a los contenidos y tener bases justificadas para explicar la toma de decisiones sobre nuestros libros.

No es tan simple editar, ¿o sí? 😉

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¿Sabés qué hace una correctora o un corrector de textos?

Muchas personas desconocen actualmente la figura del corrector como profesional o confunden sus tareas con las de otros profesionales de la cadena del libro. Hoy en Mundo Editorial les platicamos sobre las funciones de las y los correctores de textos.

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Nuestras actividades diarias están permanentemente rodeadas de textos. En esta realidad, ¿cuál es el papel de las y los correctores? Pues son las y los encargados de leer y releer cada párrafo de un texto para identificar errores. No sólo deben controlar las faltas de ortografía (erratas), también la sintaxis y la semántica de cada oración.

La normativa ortográfica es el primer filtro por el que debe pasar cualquier texto. El corrector o la correctora no sólo aplica las normas establecidas por una academia o un manual de estilo, sino que debe conocer los usos que le dan a una lengua su carácter único.

Por otro lado, la corrección es un oficio histórico. La primera referencia documentada a un corrector de libros viene de 1565. Luego contamos con más información sobre el puesto de corrector general de imprentas. El trabajo, en ambos casos, consistía en detectar las erratas de los autores.

En lo que respecta a Cervantes, la revisión de su obra estuvo a cargo del licenciado Francisco Murcia de la Llana, médico, corrector del rey y fundador de una larga casta de correctores por cuyas manos pasaron la mayoría de las obras publicadas en el siglo XVII. Estamos hablando del Siglo de Oro español, en el que además de Cervantes, sobresalen Francisco de Quevedo, Tirso de Molina, Lope de Vega y Calderón de la Barca.

En resumen, el corrector o la correctora procura que el texto cumpla con su objetivo de comunicar el mensaje que desea transmitir el autor o la autora.

Entre las tareas de las y los correctores podemos mencionar:

1. Detectar y corregir errores ortográficos
2. Corregir errores de léxico y de sintaxis -preposiciones o conjunciones inadecuadas, mal uso de tiempos verbales, etc.-
3. Aplicar recursos ortográficos y tipográficos -mayúsculas, cursivas, negritas, etc.-
4. Unificar en todo el texto los criterios que el editor o editora haya adoptado.

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¿Sabés qué es una caja alta y una caja baja?

Hoy en Mundo Editorial vamos a empezar a hablar sobre el maravilloso universo de la tipografía o el arte de diseñar las letras -y otros elementos como números o símbolos.

¡Pasen adelante!

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En el medio editorial, la caja alta hace referencia a las letras mayúsculas y, la caja baja, a las letras minúsculas. Pero… ¿por qué se llaman así?

Cuando Gutenberg presentó sus tipos móviles en el siglo XV, tuvo un pequeño problema: las letras se perdían o confundían. Para optimizar el trabajo, los tipógrafos comenzaron a organizar los tipos en cajas de madera; las letras mayúsculas se ubicaron en la parte superior de la caja y las minúsculas en la parte inferior. Fue allí que empezaron a llamarlas «caja alta» y «caja baja».

Esta forma de ordenar los tipos funcionó con varios alfabetos como el nuestro y los de otras lenguas romances (portugués, francés, italiano, rumano, etc.), pero también con el cirílico, el hebreo y el árabe. Sin embargo, no resultó igual al intentar componer en chino o japonés.

La solución al problema de la tipografía china fue encontrada incluso antes de Gutenberg, en el siglo XI, por Bi Sheng -quien inventó la imprenta de tipos móviles y, además, la fabricó de porcelana. Sheng usó cajas rotativas para organizar e intercambiar los tipos de madera -que luego también hizo de porcelana 😀

En el siglo XVIII aparecieron las máquinas de escribir. ¿Cómo ajustar más de 70.000 caracteres chinos en una de esas máquinas? En los primeros años del siglo XX nadie lo sabía. Hubo una especie de carrera entre las grandes potencias para la creación de una máquina de escribir en chino, es decir, para aprovechar el mercado chino. El tamaño de esa máquina se convirtió en un chiste y una excusa para el racismo.

Tras varias décadas en las que los escritores y copistas chinos tuvieron que usar máquinas de escribir rudimentarias que no contaban con la eficiencia y sencillez del modelo occidental -presentado en un inicio por Remington u Olivetti-, China regresó con fuerza a la escena internacional en las últimas dos décadas del siglo XX; y lo hizo con su lengua ilesa y fortalecida por programaciones informáticas originales.

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¿Sabés cuándo se empezó a imprimir en Nicaragua?

Analizar la dinámica social y cultural del libro nos permite significarlo a través de su realidad; es decir, identificar el diálogo entre libro -no sólo texto- con su contexto y cómo uno influye en el otro.

Estudiar los textos como formas registradas, así como los procesos de su transmisión, incluyendo su producción y su recepción, tiene como fin entender cómo las sociedades imaginaron y lograron transmitir los sentidos que dieron a los seres y a las cosas; sin separar el análisis de las significaciones metafóricas del de las formas materiales que las comunican.

Hoy en Mundo Editorial queremos hablar sobre los inicios de la cultura impresa en Nicaragua, cuándo llegó la imprenta a nuestro país y cuáles fueron los primeros textos que se imprimieron.

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En enero de 1830, flotaban en las aguas del lago Cocibolca, los cuerpos atados a piedras de nueve hombres que habían sido asesinados un año antes por oficiales de Juan Argüello en la isleta La Pelona -luego de terminada la Guerra Civil de Cerda y Argüello.

Ese mismo mes, el breve gobierno del consejero Juan Espinosa compró una imprenta al Cónsul Pedro de Miranda. Esta imprenta comenzó a funcionar con el nombre de Imprenta del Gobierno en la ciudad de Granada; en ella se publicó el 30 de enero de 1830 el primer impreso de Nicaragua conocido hasta hoy: una invitación para asistir al enterramiento cristiano de las víctimas asesinadas en La Pelona. Al día siguiente apareció el primer número de la Gaceta de Nicaragua.

Después de la independencia, Guatemala fue perdiendo poco a poco el control tipográfico de la región. En Nicaragua, entre los años de 1830 y 1850, se abrieron al menos 20 imprentas -públicas y privadas- todas ubicadas en las ciudades de León, Granada y Masaya. Este auge se le puede atribuir a gestiones del sector público pero la mayor parte de los impresos eran de carácter jurídico o político.

Con el primer texto que se publicó en Nicaragua -y prácticamente con toda la producción que hubo en los siguientes veinte años- se priorizó la impresión de textos políticos y religiosos en lugar de material que fomentara el desarrollo intelectual de los y las nicaragüenses.

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¿Sabés qué hace un editor o una editora de libros?

Hoy en Mundo Editorial hablamos de la figura de la editora o editor. No vayas a pensar que los editores y las editoras son correctores, curadores o revisores. Más allá de la idealización de una o un amante de las letras, una editora o un editor es alguien que debe leer mucho y conocer el mercado del libro -y no, no son escritores frustrados 😂

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Aunque en siglos pasados era el escriba el encargado del aspecto final del libro, poco después de la invención de la imprenta, el impresor era el que trabajaba con el autor la maquetación del libro -hubo un tiempo en que las mujeres no podían publicar ni textos propios ni ajenos. Con los años, el del editor llegó a ser un oficio específico.

La editora o el editor contempla la edición de libros como un conjunto, su función no se limita a evaluar si un texto está bien redactado o traducido. Sus decisiones incluyen desde estructurar las jerarquías del libro, los paratextos y cuáles serán estos, hasta seleccionar los materiales de impresión. También, una editora o un editor tiene que tener un bagaje importante de lecturas de todo tipo -ciencias, historia, geografía, arte, música, literatura… porque la editora o editor siempre tiene la última palabra en todos los procesos de la cadena editorial y debe saber caminar en cualquier texto.

Si se trata de editoriales pequeñas, es el propio editor o editora quien contrata los contenidos, corrige y realiza la maquetación de los textos, diseña portadas, cuida la impresión, organiza lanzamientos, distribuye a las librerías y promociona en ferias.

En Latinoamérica el mundo de la edición ha estado mayormente poblado por hombres. Sin embargo, en las últimas décadas el panorama ha cambiado y hoy contamos con muchas e importantes editoras.

En Centroamérica existen mujeres pioneras del campo editorial como Irene Piedra Santa de Guatemala, Isolda Arita de Honduras, Rosa Serrano de El Salvador y Mabel Morvillo de Costa Rica.

Básicamente, una editora o un editor dedica su vida a los libros y a la divulgación cultural.

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¿Sabés cuál fue el primer texto de un nica en ser impreso?

Es posible mirar la historia cultural desde los libros. Es por eso que la historia del libro documenta cada fase de los procesos creativos de los textos y su materialidad, y los relaciona con otros sistemas (sociales, políticos, culturales) que constituyen la realidad dentro de la que se construyen ambos objetos. Hoy en Mundo Editorial queremos conversar con ustedes sobre la llegada de la imprenta a Centroamérica y del primer texto de un nicaragüense en ser impreso.

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Varios días después de que Fray Francisco de Borja lo contratara, José de Pineda Ibarra -maestro impresor- salió de Puebla, en el altiplano central de México, hacia Santiago de los Caballeros, capital del Reino de Guatemala. Era la peor época del año para hacer un viaje a lomos de mula y peor aún, transportando una máquina impresora. Bajo la lluvia llegó, el 16 julio de 1660, la primera imprenta de Centroamérica a Guatemala.

De Pineda Ibarra instaló su taller frente a la Plaza Mayor de la ciudad. Allí, en 1674, se imprimió por primera vez un texto escrito por un nicaragüense: «Relación verdadera de la reducción de los indios infieles de la provincia de Taguzgalpa, llamados Xicaques…”, del franciscano Fray Fernando Espino (Nueva Segovia, 1597 o 1600-Guatemala, 1676), y aunque es un texto que narra la conversión religiosa de los indígenas y es un claro ejemplo de las imposiciones de la colonia, su valor es innegable pues esta crónica es considerada la primera obra de contenido histórico impresa en el Reino de Guatemala. Pasó más de un siglo -una independencia, un par de guerras- para que fuera posible producir impresos en Nicaragua.

¿Han escuchado hablar de titivillus?

En anamá Ediciones creamos Mundo Editorial para compartir información sobre los procesos editoriales, dialogar sobre nuestras prácticas, o simplemente para traerles contenido interesante relacionado con este oficio. Hoy les hablamos de la explicación que daban en la Edad Media a las erratas que tanto nos hacen sufrir a los y las profesionales del libro.

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“Mi nombre es Tytyvyllus…”, así se presentó a sí mismo en el devocional Myroure of Oure Ladye del siglo XV, Titivillus, el demonio encargado de agregar errores a los textos durante la Edad Media. A Titivillus lo encontramos por primera vez en el Tractatus de Penitentia de Juan de Gales (1285).

En aquellos años, al no contar con un sistema de producción mecánica, los libros eran escritos uno por uno. Las pesadas jornadas de escritura, la poca luz y la dedicación exclusiva a un mismo texto durante mucho tiempo, hacían que los libros tuvieran bastantes errores. Estos errores eran achacados a Titivillus porque se creía que los susurraba a los escribas para ganar almas para Satanás.

Tal vez el escándalo más famoso relacionado a Titivillus es el de la «Biblia maldita», la que no sólo incitó a las personas a cometer adulterio, sino que le costó cárcel y muerte a su editor.

Así es que desde el siglo XIII Titivillus nos acecha llenando de errores los textos -y ahora, nuestras últimas pruebas de imprenta- sin que las y los escritores, copistas o editores nos demos cuenta.

Si encontrás un error en alguno de nuestros libros, ya sabés quién es el culpable 🤭😜

Ilustración usada: Miniatura de San Bernardo de Clairvaux conversando con un demonio en un libro de horas de 1510.

¿Sabés cuáles son los orígenes de la cultura impresa?

¿Sabés cuáles son los orígenes de la cultura impresa? Hoy en Mundo Editorial hablamos sobre los primeros objetos de estos procesos sin los que no podríamos imaginar nuestras sociedades actuales #ImprimirEsPreservar

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En 1966 fue encontrada una copia del Vimala Mirbhasa Sutra (dhāraņī o invocación budista) en el templo de Pulguk-sa de la ciudad de Kyongju en la península de Corea; su impresión data, aproximadamente, de algún momento entre el 704 y el 751 d.C. Esas fechas convierten al Vimala Mirbhasa en el impreso conocido más antiguo de la historia.

Alrededor de los años 764 y 770 d.C., monjes budistas japoneses imprimieron en xilografía el Hyakumantō dhāraņī o Mukojōkō, una serie de entre cien mil y un millón de rollos que contenían cinco textos diferentes. Antes del descubrimiento del Vimala Mirbhasa se consideraba al Mukojōkō el primer texto impreso por medios mecánicos del mundo.

La impresión del Mukojōkō fue ordenada por la emperatriz Shōtoku para agradecer por el cese de una rebelión; fue la primera gran impresión que se hizo en la historia de la humanidad. Lo que atrae de este gran esfuerzo es que no se hizo para el consumo del público, no fue un ejercicio de distribución editorial y nadie leyó esos textos hasta el siglo XIX. Pero Shōtoku fue la que seleccionó los textos, encomendó la producción de los rollos y, también, los envió a distintos templos de Japón. Todo esto nos lleva a preguntarnos si fue Shōtoku la editora del Mukojōkō.

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Según Roger Chartier (Lyon, 1945) -uno de los más importantes estudiosos de la historia del libro-, «para comprender las significaciones que los lectores han dado a los textos, es necesario proteger, conservar y comprender los objetos que los han transmitido».

La cultura impresa comprende no solamente los testimonios escritos de la cultura universal que fueron producidos por la imprenta sino incluso los anteriores a su invención, porque está irremediable unida a la cultura escrita. Por esto abarca todo lo relacionado a la escritura y la lectura, al rollo, al manuscrito, al códex o códice, al libro, a la prensa, a las bibliotecas y a las librerías.

En la actualidad existen muchos conceptos y materias relacionadas con el conocimiento y estudio de los impresos: la bibliografía, la bibliología, la biblioteconomía, la bibliotecología, la historia de la imprenta, de la tipografía, de la edición, la historia de la literatura, de la prensa, la historia de la historiografía, de la educación, de la lectura, de la litografía, del papel y la tinta, y todo lo que cubre el amplio y siempre abierto campo de la historia cultural.

#Editamos

¿De qué hablás cuando hablás de libros?

En anamá Ediciones nos interesa pensar en la idea de unidad que implica colocar bajo una misma cubierta un texto. Es por eso que nos complace traerles esta serie: Mundo Editorial; para conversar con ustedes sobre los procesos de producción del libro y el rol que juegan, dentro de esta cadena, los diferentes profesionales que trabajan para que los libros lleguen a las manos de las y los lectores.

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¿Se han preguntado de qué se habla cuando se habla de libros?

La UNESCO definió libro como una «publicación impresa no periódica que consta como mínimo de 49 páginas» (1964). Elaborada para cumplir propósitos específicos respecto a la edición, esta definición excluye todos los formatos no tradicionales de libros con los que un editor o editora puede dialogar.

No es sencillo encontrar una definición exacta para lo que consideramos libro. Pero podemos trabajar alrededor de un concepto en el que libro es un objeto que contiene un conjunto organizado de ideas que hablan sobre cualquier tema y que estas pueden ser transmitidas de manera impresa, manuscrita, con ilustraciones, sobre papel u otro material, unidas -encuadernadas: pegadas o cosidas- por uno de sus lados -o no, como en el caso de un acordeón o concertina- y forradas por las portadas.

Concebir el libro como una pieza de arte que es capaz de albergar cualquier discurso y cuyo ciclo de producción crea un circuito que involucra a diversos actores -autor, editor, corrector, diseñador, impresor, librero-, permite explorar todas sus posibles formas y también, entenderlo como un objeto que no está separado de la realidad en la que es creado y que, además, influye directamente en el desarrollo sociocultural de dicho lugar y no sólo como un contenedor pasivo de textos que pueden ser escritos en cualquier momento y dentro de cualquier espacio.