Al gran maestro franz galich

A 14 años de su partida

«Hay un humanismo tremendo en la obra de Franz Galich, y lo diferencia de otros escritores que han tomado el caos de las grandes capitales como un cliché muy barato para escribir bastante light, esta (la de Galich) no es literatura light”. Tomado de la Revista niú

Naciniento: 8 de enero de 1951, Guatemala  Fallecimiento 3 de febrero de 2007,  Managua

BEN-HUR BAJO LOS ARCOS TRIUNFALES

El circo lleno a reventar. Las barrigas prominentes engalanan las graderías bajo los arcos triunfales. Abajo, barrigas vacías, casi pegadas a la espalda. Caballos famélicos tascan ar-gentinos frenos de fantasiosas golosinas, inexistentes e ilícitas. Los nervios de dúctil plomo transmiten el atávico miedo. Entre la multitud de aurigas de carretones desvencijados retocados con pinturas de casas comerciales, engalanados con chillantes colores, números romanos, trajes de telas baratas y cascos de hojalata, pintados con spray, surgen, alevosas, las medias valerosas de leve cususa. Ávidas y temblorosas manos callosas las estrangulan, succionándole el transparente líquido etílico plasmático. El escaso y estomacal gallopinto se resiente en el fondo del titilante hígado.

La multitud ruge, quiere acción. El instinto clama, el deseo no espera. El espec-táculo está retrasado: Nerón no ha llegado. Las descomunales trompas magnetofónicas han anunciado su arribo en acerado escarabajo.

Abajo, los sueños de la desgracia personificada en esqueletos forrados de piel. De pronto: ¡ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines. El helicóptero descenderá sobre la grama. Esta sufre porque los elefantes están borrachos de diversión (¡“No se pierdan este espectáculo”!) La plebe delira y el mundo gira y gira. Los pobres caballos esperan. Piadosas manos han puesto al alcance de sus hocicos heno tierno, de humilde pajar, mientras su indómito estómago aguarda el estilete de un guarón para enervar los músculos y así, tal vez, ganar. Por los altoparlantes la espada se anuncia y los orejas que guardan las espaldas se deslumbran con el vivo reflejo, porque saben que ya viene oro y hierro, el cortejo de los mastines. ¡De pronto, la multitud no entiende, está confundida, la perplejidad inunda sus corazones! Nosotros tampoco sabemos, desde esta su cabina de la WXYZ, que transmite desde el coloso de concreto en el corazón de la ciudad, con más postes sin luminarias que árboles, ¡el mágico, magno, magnífico, magnánimo, magnate, evento cultural del año: la edición número 2000 de la carrera de Ben-Hur, con Mesalas y Mesalina, proyectada, ya no en cinemascope sino en directo y a todo color, con actores de verdad!

¡Atención, atención, el helicóptero viene, se aproxima, llega, llega! ¡Flota sobre el estadio, como Abbadón con su flamígera espada que anuncia la gloria solemne de los estandartes!

Como por arte de magia, portentoso milagro, las luces del estadio se encienden, pero no echan luz blanca ni brillante: ¡lanzan luz negra! ¡El cielo se oscurece en pleno día! ¡¡Eclipse!! ¡¡Eclipse!! ¡¡Castigo divino!! Los reflectores del helicóptero se encienden. La banda rockera literalmente destaza “La Pared” del Pinche Floy. Desciende, desciende, y sigue descendiendo sobre las cabezas de doce mil apóstoles y se posa sobre la grama de sus corazones… Y ahora, con ustedes, el único, el magnífico, el grande, enorme: de apenas seiscientas sesenta y seis libras, seis medias libras, seis onzas, seis adarmes, con seis veces seis y una cuarta más, pero en completo ayuno. Los caballos tiemblan, los palafreneros también. En los carretones los cristianos hambrientos aguardan. En los fosos, los leones miedosos rezan. Neroncito baja de los cielos en su helicóptero privado. Todo está listo.

Se hace el llamado a los competidores: cincuenta, porque sin cuenta han sido los aspirantes. Todas las barriadas barridas por el desempleo abundante o el ocasional semiempleo. ¡Qué gran oportunidad la que nos proporcionan los paladines. Ya pasa, debajo de los arcos ornados de blancas Minervas y Martes donde la fama erige los premios (tal vez la moto, o si no, aunque sea un pase para ir a hospedarse a un hotel de medio pelo, con puta pagada, o un quintal de fríjol, uno de maíz, uno de arroz, uno de azúcar y un bidón de aceite. ¿Y para el caballo? ¡Bien gracias!) (“¡Caballo de las sabanas…!”).

El guarón circula por todas las graderías de sol del circo semiromano, porque tiene luz eléctrica y le faltan jaulas con leones para que se coman a los cristianos disfrazados de Ben–Hur, con todo y caballo, carretones, arneses, bridas y herraduras, para que desaparezcan de la faz del territorio. También circula por las venas de los panzones, necesidades de yoni guoquer, etiqueta negra, Vat 69 (¡qué rico!), chivas regal con los chivos y por supuesto, la gloria solemne de los estandartes. Se escucha el ruido que forman los carretones. Todo en el circo está tenso. Los gladiadores están nerviosos. Los caballos, remedo de sus antepasados andaluces, idem. Pero el que se la juega, se la juega, aunque sea de un lado para otro, como reza el dicho chino, los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra, los cascos que hieren la tierra.

Un marica, hace señas para que los carretones se acerquen a la línea de salida.

Los claros clarines de pronto levantan sus sones, su canto sonoro, su cálido coro. En una tarima, hermosa hembra inicia sicalíptica danza. Sube y baja sobre un cetro de oro, reconocido entre la extraña multitud. La chusma delira, se babea y se chorrea. Los machos se excitan, se yerguen desde sus flácidas carnes. Él dice, la lucha, y todos van a luchar, la herida venganza por la derrota del año anterior, las ásperas crines, la pica, la lanza. La tierra que espera sedienta la sangre. Los negros paladines desde sus helicópteros y helipuertos malversados, camionetonas, mansiones robadas y palacios a medio construir, a costa de huracanes de miseria, azuzan la muerte y rigen la guerra. ……..

Fragmento del cuento

Ben-hur bajo los arcos triunfales

Tomado del libro Perrozompopo

Publicación póstuma

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