14 feb. 2019
NOTA A ERNESTO CARDENAL
AL PERDERTE YO A TI
Querido Ernesto Cardenal:
Pienso en el momento en que tu energía se transforme y te vayás a vivir a la espiral perfecta de la galaxia de Andrómeda, convertido en estrella, un poquito más cerca de Dios. Entonces me pongo triste porque creo que de verdad sí te habré perdido, te habrás llevado una parte de mi juventud que suspiró con tus epigramas para Claudia, que sufrió con la Oración para Marilyn y que leyó con fervor tu Hora 0, esperando que todo llegara a su fin.
Es extraño el afecto que los lectores desarrollamos por los libros que leemos porque de alguna manera nos sentimos próximos al autor, creemos que lo conocemos, nos es familiar y hablamos de él o ella como si fuera amigo nuestro.
“Son los poemas del despecho”, me dijiste un día que viniste a visitar la Casa de Cultura de Jinotega con Julio Valle-Castillo. Yo te pregunté si Claudia existió, como la Lesbia de Horacio y alrededor tuyo se formó un corro de muchachas que querían escuchar la historia de amor imposible más famosa de Nicaragua:
“… Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas,
(escritos para conquistarte a ti) despiertan
en otras parejas enamoradas que los lean
los besos que en ti no despertó el poeta.”
Abro tu Vuelos de Victoria publicado por la editorial Universitaria y leo el Viaje muy jodido que le escribiste a Laureano Mairena. Ayer una muchacha del taller de creación literaria nos dijo que pensando en vos, le daba mucha tristeza que todo se esté repitiendo otra vez en esta Nicaragua adolorida del 2019 y yo recuerdo tu verso, dedicado a Laureano Mairena “nos vale verga la muerte”.
Ahora que sé que entre el tiempo y espacio llegarás a ser una estrella donde te juntarás con Donald, con Laureano, con Gabriel, con Antonio, con Ernesto, con Fernando, ya no estoy triste. Tus versos llenos de amor y despecho para Claudia me acompañan hoy 14 de febrero. Vos estás en cada una de las palabras que has escrito, en el Homenaje a los Indios Americanos, en el llanto amargo de Las del Cuá, en el pálpito del corazón del guerrillero. Mientras te leamos, Padre Cardenal, te tendremos junto a nosotros, entre el tiempo y el espacio infinito del cosmos: junto a Venus, aparecerás como un lucero nixtayolero.
Te quiere y te leerá siempre, Mariantonia Bermúdez