¿Has escuchado hablar de la grilla? ¿Te has puesto a pensar cómo los editores y diseñadores organizan los contenidos? Hoy en Mundo Editorial vamos a hablar de esta estructura con la que todos y todas hemos tenido que dialogar.
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La grilla o retícula es una estructura que organiza el contenido. Es un sistema que brinda unidad, sentido, ritmo, coherencia e identidad a un objeto gráfico.
Existen muchos tipos de retículas y todas -o la mayoría- están basadas en la proporción. Además, cuando vas a pensar tu grilla, tenés que considerar el contexto histórico, el uso y los hábitos lectores, tecnológicos, económicos y hasta ideológicos para poder sustentar con fundamentos reales la forma en que vas presentar el texto a las y los lectores.
La grilla o retícula ha sido admirada y cuestionada. Pero desde el inicio de la escritura se ha utilizado para contener lo escrito: la encontramos en los manuscritos medievales y sus textos de una o dos columnas con amplios márgenes para que el lector pudiera hacer anotaciones; en la imprenta con tipo móviles; en el funcionalismo, la escuela suiza, y hasta en el posmodernismo, la han aplicado como el elemento que regula y organiza los contenidos.
Es importante, al momento de construir tu grilla o retícula, tomar en cuenta el formato definido y su materialidad porque estas determinarán las distancias de lectura; la tipología del texto y de lectura, creando la relación con los hábitos de las y los lectores; y, sobre todo, la tipografía seleccionada porque de esta depende el cuerpo y el interlineado del texto. Es desde la tipografía que construimos la estructura que soportará el texto y las imágenes -si las hay.
Es imposible editar sin manejar las proporciones y la interrelación de las partes que conforman los libros como continentes de los contenidos, porque al concebir el objeto y diseñarlo, lo tenemos que ver como un todo integrado para potenciar el mensaje que pretende transmitir la autora o el autor.
En resumen, se hace necesario organizar y sistematizar para darle forma a los contenidos y tener bases justificadas para explicar la toma de decisiones sobre nuestros libros.
No es tan simple editar, ¿o sí? 😉






