Comentarios del periodista y escritor catalán Albert Torras Corbella sobre
las tentaciones de la Luz de Zingonia Zingone
A veces, leer la poesía de alguien nos acerca a lo más hondo del pensar y el sentir de esa persona. Es curioso como la poesía, a diferencia de la novela, la ficción y otros relatos, la asumimos como algo que es propio intrínseco, inherente al sentir y pensar del propio autor. En cambio, cuando leemos novela, y teatro, asumimos que no todo aquello que leemos es lo que piensa el autor, sino que recrea situaciones que pueden, obviamente, superar sus experiencias vitales. Estamos seguros que ni Bram Stoker no se sentía vampiro, ni Michael Crichton se ha encontrado nunca un dinosaurio a punto de zampárselo.
Sin embargo, asumimos que la poesía tiene algo de personal e intransferible. O quizás sí, intransferible. La poesía de Zingonia Zingone se transfiere al lector, casi como papel secante, y consigue transmitir fe al ateo, sensualidad al casto, paz al aguerrido y elevación espiritual al desengañado.
Son algunos conceptos los que primeramente me gustaría destacar de las piezas que conforman este las tentaciones de la Luz y las series junto al pozo, peregrinaciones, sombras de luz filtrada, perspectivas del abismo, osadías, y toma mi silencio (canto cuaresmal). Son referentes, obviamente, de la religión, o mejor, de las religiones.
Inmersa en un profundo sentir del alma, del espíritu, Zingonia nos recuerda al referente de San Juan de la Cruz, que en su cántico espiritual ya decía aquello de:
“Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobres los dulces brazos del amado”
Siguiendo esta línea poética del amor y el erotismo hacia el espíritu, hacia Dios, hacia lo elevado, es donde encontramos la mejor tradición poética religiosa, en la que debemos situar a Zingonia.
Acaso no nos recuerda en parte San Juan de la Cruz los fragmentos de Zingonia cuando dice:
“porque soy la amada de mi amado
palabra de su palabra
ocre
en el tintero alado
y mi pergamino lecho de flores
acoge los versos
de su aliento plasmados”
Sin duda, los pocos entendidos en poesía mística y religiosa, buscaremos similitudes en poesías de otras grandes figuras como Santa Teresa de Jesus y su célebre Llama de amor viva, aquél que empieza:
“¡Oh, llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro”.
Por una parte la llama y el fuego o lo que enciende, y por otra el verbo romper, rasgar, agrietar, son también presentes en los poemas que Zingonia nos trae en este libro. Escucharán ustedes la voz a veces de Santa Teresa que habla por boca y pluma de Zingonia cuando nos revela:
“ahora
una llama quema
la miseria escondida en el dolor”
O en otro poema
“tu reflejo me deslumbra
y enciende de nuevo
mi terca vanidad”
O como referencia al mito del fuego que habita en las cumbres y atrapa a Brunilda, en este fragmento también la llama es objeto de ese deseo de transcendencia y de comunión:
“orar
es rastrear una chispa
hecha piedra
ahogada en el río
y nadar contracorriente
entre pirañas
para alcanzar la cumbre helada
donde se origina el fuego
me pregunto
si levitarán las cenizas
testimonio
del espejo en flamas”
Y ya en el summum del éxtasis de Zingonia, de la cumbre, lo alto, altar al que llega, abrasada en estas palabras
“te ofrezco
la flor más intima
para ornar el altar votivo
con pétalos en llamas
fénix hoy paloma”
No hay algo acaso aquí también de la gran Sor Juana Inés de la Cruz, cuando la mexicana dice aquello de…
“Deja las brasas, Porcia, que mortales
impaciente tu amor eligir quiere:
no al fuego de tu amor el fuego iguales;
porque si bien de tu pasión se infiere,
mal morirá a las brasas materiales
quien a las llamas del amor no muere”.
Decíamos también que era importante en los poemas la referencia a lo que se rompe, se rasga, se agrita, y da paso a algo nuevo. Es semilla que agrieta la tierra para hacerse paso, es rotura que implica nacimiento.
Fijaos en este fragmento de sombras de luz filtrada cuando dice
“La niña no sabía que todo es fractura. Al nacer la semilla rompe la tierra, el árbol corta el aire, la hiel se apodera del tronco, entonces tira frutos envenenados. Ella no sabía que de la muerte nace la vida”.
A lo largo del poemario aparece esta referencia a la rotura y también a la transformación. Un ave fénix en paloma, una costilla en clepsidra, una mariposa en piedra. Dice: “heme aquí una mariposa fósil”. O fruto “en la cruz me descubro pámpano de vid.”
Lo que está por nacer se aprovecha, en la poesía de Zingonia, de cualquier grieta o fisura:
“tampoco es el beso
ni la ternura
sobre las fisuras de mi soledad”
O también
“a través de las grietas
el aljibe se traga el castillo
y la sequía destiñe la púrpura de mis tapices”
También son las grietas lugares donde habita lo desconocido:
“en los ojos del niño una fisura
brotan miedos
cuchillos
que rajarán la garganta del mundo”
Y casi en seguida dice:
“trinidad de grietas en el piso
marcando la piedra
una ranura en el muro:
lo desconocido
es silencio azul pintado
entre los rayos del sol”
La llama, la grieta son referentes que la enlazan con los autores ya tantas veces ensalzados. Las imágenes que nos ofrece Zingonia en su poesía pues no hace otra cosa que refrendar la idea previa, que Zingonia y su lírica merece estar entre lo más nutrido del panorama poético actual de este estilo.
Otro de los elementos que podemos destacar de la poesía de Zingonia es precisamente esta voluntad de elevación del espíritu. Nos encontramos, de forma permanente, referencias a cierta necesidad de dejar atrás la carne y suspenderse entre cielo y tierra, gozando de la luz, de la experiencia mística, como decíamos antes, del éxtasis de Santa Teresa.
Fíjense en algunos momentos, desde el primer poema, cuando ya nos muestra su predilección por aquello que vive entre cielo y tierra y que nos recuerda a la figura de un colibrí:
“el movimiento repetido y sensual
un tango suspendido
la existencia”
Esta idea de suspensión será reiterativa en el poemario, de hecho este colibrí aparece mas tarde cuando en un poema de inspiración sufí se confiesa
“y yo me aferro al colibrí
a la incesante solidez
de su liviandad”
Quien se suspende en el aire, obviamente teme a caer. Y destila a veces Zingonia este miedo que no es otra cosa que aferrarse a su convicción para no caer en ninguna tentación. Desde lo alto, Zingonia nos dice:
“Teme su caída. Refugiada en la transparencia de su aljibe, desvelo tras desvelo, almacena los sismos de sus visiones. Él siempre está allí: patinando sobre el fino hielo de los abismos”.
Ah, los abismos, justo en el siguiente poema, llamado “estando en Patmos”, inicia:
“vi el abismo
la tierra se movía
se mecía el templo
doblándose
como un junco en el viento”
Acaso no está Pegaso suspendido también. En el poema “Quimera” aparece ahí en lo alto:
“como Pegaso subo
y no dejo que el freno
detenga mi sonrisa”
E incluso más, en el poema “La sulamita”:
“suspendida estoy
entre la bruma y el ocaso
incipiente fragmento disperso en el tiempo”
Y también más adelante
“me regocijo en el vuelo
que a toda criatura levanta
sobre mis alas
una cruz fluorescente”
No podía dejar de estar presente en la obra de Zingonia toda la simbología que tiene el agua, y no solo el agua sino el manantial y el pozo, que como ayer mismo me comentaba, es el lugar donde sacia el hombre su sed, pero también era el lugar donde las mujeres iban a encontrar al hombre.
Saciarse, colmar esa necesidad de agua que nutre e inunda el cuerpo, es otra de las imágenes que forman parte del corpus del libro, casi de inicio a final. No es baladí que ya el titulo del primer conjunto de poemas se llame junto al pozo y que finaliza con la conclusión
“del fondo del pozo
surge la sed más grande”
Este manantial cabe contraponerlo a la sequedad con la que la autora a veces se mortifica, como dice en peregrinaciones:
“beso los granos de la esperanza
pido el don del llanto
emboscada en la umbra
mi aridez.”
Y qué tanto ese agua, ese lago, esa gota, eso que brota como manantial es idea asumida, reiterada, saciante? Tanto como que en pocas páginas:
“el agua forja el deseo encendido del sol”
“un gemido es el lago de la duda”
“yo soy el ricino seco que alimenta el gusano
gota
de la expiación universal”
O antes
“asoma
la fuente que todo lo origina
una pequeña gota se desliza
por la esquina de tu boca”
No quiero redundar en imágenes que sin duda Zingonia coloca casi de forma matemática en el texto. Ella se dice imperfecta, y ayer estuvimos un buen rato hablando de eso, de nuestras imperfecciones, de nuestras fortalezas y nuestras debilidades, de nuestra necesidad de ser y de sentir.
Para finalizar, recomiendo su lectura, un puente necesario, amable, de exquisita sensualidad mística, de elevación espiritual poderosa, entre la pulsión y la castidad; entre las pretensiones de la sensibilidad corpórea y los corsés que impone la convicción del que se sabe atrapado entre cielo y tierra. Indispensable para estos tiempos de fe errática y de relativismo moral.