CARTA DE  Oscar de Baltodano-Pallais A ERNESTO

Barcelona,  29 de febrero 2019

Rev. P. D. Ernesto Cardenal

Querido Padre Cardenal: empiezo esta carta con las mismas palabras que te hice llegar en aquellas primeras letras cuando empecé mi camino espiritual, en aquella carta te llamaba padre porque te compartía que yo veía a Dios en ti, que tu fidelidad al voto de castidad te fue recompensada con la paternidad espiritual de muchos, y que tu vida como signo de contradicción es meramente evangélica, pues ¿acaso no es el mismo amante que compartimos que fue con su vida signo de contradicción para sus tiempos? me han pedido que hable de ti y para hablar de ti tengo que referirme a la fuente que mana, al Alfa y al Omega, al principio y al fin de todo esto.

 Querido Ernesto quisiera empezar del punto de partida de tu vida y la mía, el fundamento de la vida de Merton tu maestro y la fuente donde bebió Teilhard de Chardin tu inspirador, esa energía de tu cantico cósmico  que algunos llaman Dios y que se configura en el hombre en la capacidad de amar,  que es capaz de provocar sensaciones del cuerpo y del alma, e incluso capaz de esconderse de la vista de los sentidos,  haciendo partir el corazón en dudas y  añoranzas, esa energía que té quemo y té hizo manar poesía del corazón.

Para conocerte hay que abrir el corazón a la experiencia de Dios que transfigura y dignifica la propia existencia, sin, esta disponibilidad de apertura se corre el hombre el riesgo de ver en ti lo que nuestros deseos mezquinos maquinan, por eso me encanta definirte como un profeta del amor, un guardián del silencio y un hijo de lo desconocido, pero también como una contradicción ¿acaso no hay mayor contradicción que te llamen místico los hombres y no comprendan que es la mística? El místico es un ser material plenamente enamorado de un ser divino, del cual posee una experiencia personal, única e intransferible llegando incluso a desear esa energía que llamamos Dios de forma biológica tan intensamente como los amantes se desean, dando fruto al amor universal y tu querido padre siempre has amado en mayúsculas.

Has amado la belleza material de las mujeres que te marcaron, has amado la búsqueda de la verdad y del conocimiento queriendo recrear en la búsqueda misma la vivencia sobrenatural con el amante cósmico, has amado los cambios políticos vistos desde el evangelio y concebidos en pro de la liberación de los oprimidos, has amado y comprendido que el secreto de la vida es esto, que todas las galaxias, Andrómeda, planetas, vías lácteas, seres biológicos, etc. todo es un uno en el amor, es por medio del amor que el mundo gira y se conecta con la divina comunión cósmica.

Por eso intentarte comprender como político revolucionario es la manera más superficial de conocerte porque los conceptos ideológicos desaparecerán en la medida que el mundo renazca en el amor y tu revolución más pura ha sido la revolución del amor pues has comprendido que Dios estaba en todos, pero especialmente en los más pobres y marginados, has sido profeta pues has anunciado la resurrección de la nueva sociedad mediante la fe en un Dios padre, la fraternidad la justicia y el amor y has dicho en el lenguaje de la poesía lo que los místicos se niegan a callar y los teólogos se niegan a decir.

 En ti la fidelidad de Dios a su alianza se hace vida al aceptar plenamente la fragilidad de nuestra materia, misma materia en la que el amor se hizo carne y compartió la pobreza de nuestra condición, la debilidad de un componente creado a partir de la mezcla del polvo de la tierra y el aliento de Dios, «Dios es visto y se revela a sí mismo como hombre es decir, en nosotros y no existe otra esperanza de encontrar la sabiduría si no en la humanidad de Dios ¡nuestra propia humanidad transformada en Dios.»  por tanto, los sinsabores de nuestra condición realmente no importan cuando empezamos a conocer realmente quienes somos y lo que somos y aunque tu querido padre has pasado la vida intentando comprender quién eres y que eres, sabes en lo profundo del razonamiento del corazón que esto solo lo sabrás fuera de este plano cósmico, cuando té fundas en una sola explosión de energía junto a la fuente que existía incluso antes de afianzarse las leyes del espacio tiempo. «EN el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios».

Eres parte de un plan que te trasciende, una pieza de un mosaico tan grande como el universo, un hombre que se ha perdido a si mismo al servicio de la inmensa sabiduría del plan de Dios de revelarse a Si mismo en el mundo y en el hombre, un místico de lo ordinario y en lo ordinario me refiero a los retos de los tiempos, tu vocación aun es incomprendida para tu sapiencia y para la de todos , pero es que toda vocación es un misterio y no voy a perderme en los juegos de palabras porque no contribuyen a aclarar más las cosas, es una contradicción y como tal debe permanecer, pues tú mismo eres una contradicción en Dios y es en ello donde radica la grandeza de este plan del cual eres parte, tu vocación ha sido la de buscar a Dios y esto no se puede reducir a formulas exactas. ni la existencia. Ni el espíritu del ser humano.

Por tanto, querido padre en estas letras solo quiero comulgar contigo en nuestra fragilidad ante el que nos ha elegido, quiero comulgar contigo en la pobreza de mi condición en la contradicción de nuestro llamado y en esta fragilidad que es nuestra riqueza ante Dios pues él nos ha dicho: «Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí». Que sea nuestra fragilidad la que nos una en la divina comunión cósmica y sea ella la que nos guie siempre para incendiar de amor el mundo entero, para seguir ofrendando nuestras vidas a este plan sobrenatural que es más grande que el universo pues se funde en las manos de la energía que lo provoco todo, que el amor nos consuma por completo y purifique nuestras faltas.

Dios es amor, y el que vive en el amor, en Dios vive y Dios en él. (I Juan, 4, 16)

Implorando tu bendición, me despido abrazándote en las especies que día a día en tus manos ofreces la totalidad del universo como materia de su sacrifico por los hombres.

 Oscar de Baltodano.

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